viernes, 16 de diciembre de 2016

Este breve relato ha sido incluído en un libro que recoge una antología de pequeñas obras literarias nacidas de un encuentro en la casa de Federico Gacía Lorca en Valderrubio.



UN OLIVO ENTRE CHOPOS

Languidece la tarde cuando me adentro por las calles que te asomaron por primera vez a este valle de sentimientos que es la vida. Ralentizo el paso, buscando entre las incipientes sombras la mirada de un sueño todavía inconfesable. Y esa ilusión me acompaña mientras recorro la larga calle, bajo la consoladora fronda de árboles, tan viejos, que seguramente tú mismo viste cuando chico, Federico.

Me sorprendió la noche entre las choperas que dan vida al camino que une Fuente Vaqueros y Valderrubio, y la luna casi llena me saludó cuando a mis pasos se abría la puerta de la que fue tu casa. Recorrí emocionado tu patio, tu cocina y el cuarto donde dormías y escribías. Allí, tan cerca de todo lo tuyo, me pareció notar una mano sobre mi hombro, sobre el hombro de cada uno de los presentes; una mano que agradecía la visita.

Mi nombre sonó, como el de otros tantos, y me pareció ser un olivo en medio de una chopera: un solitario aprendiz de novelista, rodeado de un bosque de poetas. Me sentí privilegiado por estar en tu casa, pudiendo leer unas letras que escribiste antes de que te arrebataran el cuerpo, que no la vida. Porque tú seguías allí, porque siempre estarás allí; porque incluso cuando nosotros nos hayamos ido tú seguirás vivo, Federico.

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